viernes, 19 de abril de 2013

Valor : Humildad. Antivalor : Indiferencia. Nahid Vera.

Valor : Humildad



Es la virtud que consiste en conocer las propias limitaciones y debilidades y actuar de
acuerdo a tal conocimiento. El término proviene del vocablo latino humilĭtas.
Podría decirse que la humildad es la ausencia de soberbia. Es una característica propia de 
los sujetos modestos, que no se sienten más importantes o mejores que nadie pese a sus
logros. 

Las religiones suelen asociar la humildad al reconocimiento de la superioridad divina. Todos
los seres humanos son iguales ante los ojos de Dios y deben actuar en consecuencia. Para 
el budismo, la humildad es la conciencia respecto al camino que se debe seguir para 
liberarse del sufrimiento.

Desde la filosofía, Immanuel Kant afirma que la humildad es la virtud central de la vida ya
que brinda una perspectiva apropiada de la moral. Para Friedrich Nietzsche, en cambio, la 
humildad es una falsa de virtud que esconde las decepciones que una persona esconde en

su interior.
Más allá de las diferencia de concepto, las personas suelen compartir su visión sobre la 
humildad como la característica que lleva a la gente a realizar una acción sin proclamar sus 
resultados. Esto quiere decir que, si un hombre juega bien al fútbol y es humilde, no debe 
presentarse ante los demás como el “mejor jugador” o “el jugador que siempre logra marcar 
la diferencia gracias a su talento”, por ejemplo.



Humildad es aceptar las cualidades con las que nacemos o desarrollamos, desde 
el cuerpo hasta las posesiones más preciadas. Por tanto, debemos utilizar estos 
recursos de forma valiente y benevolente. Ser humilde es dejar hacer y dejar ser, 
si aprendemos a eliminar la arrogancia, reconocemos las capacidades físicas, 
intelectuales y emocionales de los demás. Por tanto, el signo de la grandeza es la 
humildad. La humildad permite a la persona ser digna de confianza, flexible y 
adaptable. En la medida en que somos humildes, adquirimos grandeza en el 
corazón de los demás. 
El éxito en el servicio a los demás proviene de la humildad; cuanto más humildes, 
mayores logros obtendremos. No puede haber beneficio para el mundo sin la 
humildad. Una persona humilde puede adaptarse a todos los ambientes, por 
negativos que éstos sean; nunca dirán “no era mi intención decirlo”, según la 
actitud, las palabras reflejarán eso, entonces debemos cuidar nuestras palabras 
para no lastimar sin desearlo. Cuando expresemos una opinión debemos hacerlo 
con el corazón y mente abierta para aceptar las particularidades, la fortaleza y la 
sensibilidad de uno mismo y de los demás. 

Para ser humildes, necesitamos ser realistas, conocernos a nosotros mismos tal 
como somos. Únicamente así podremos aprovechar todo lo que poseemos para 
obrar el bien. Siempre encontramos cosas en nuestra propia persona que no nos 
gustan, capacidades que no estamos aprovechando o cualidades que no estamos 
desarrollando. Lo importante es aceptar la situación e intentar luchar por 
superarse día a día. 
™ 
Cómo podemos desarrollar la humildad
Lo podemos lograr si... Aprendemos a aceptar las capacidades de los demás. 
ƒReconocemos la propia realidad, sin caer en la arrogancia. 
ƒSomos sencillos, sinceros y veraces. ƒ Pedimos ayuda cuando la necesitamos y reconocemos 
que no somos autosuficientes. 
ƒEscuchamos a los demás y dejamos de hablar de nosotros mismos. 
 Pienso positivamente 
“El saber, es orgullo de haberse esforzado tanto”. 
“La sabiduría deber ser sinónimo de humildad”. 
“Me olvido de mí mismo, para darme generosamente a los demás”. 

 Para reflexionar:
Decálogo de la humildad
 
1. Elimina la soberbia, cultiva el espíritu positivo hacia los demás. 
2. No permitir que tus actitudes o palabras ofendan a otros. 
3. Estar en armonía es el mejor regalo; sonríe y mira a todos con cariño. 
4. Cuida tu lenguaje. No hables para criticar, ni siquiera con el fin de agradar. 
5. Haz de la humildad una clave de tu vida y el resultado será una buena autoestima. 
6. Reconoce la realidad y esfuérzate por ser mejor. 
7. Elige a tus amistades por tus afinidades. 
8. Resalta los aspectos positivos en los demás, minimiza sus debilidades. 
9. No te sientas superior a nadie. 
10. Aprecia otras virtudes para fortalecer la humildad: la modestia, la sobriedad, la mesura, etc. 

Que implica la humildad en la familia: 
Agradecer los buenos consejos que hicieron posible las buenas decisiones que hicieron posible los éxitos.
ƒMostrar gratitud a las personas que nos dedican su tiempo y esfuerzo 
ƒ Ser transparente unos con otros, reconociendo y apreciando a quien nos ayuda sin decirlo 
ƒAprender a sostenerme firma solo.

  


Antivalor : Indiferencia 

 

Así como el desprendimiento saludable, el desasimiento sano y el verdadero desapego son signos de equilibrio mental y emocional, la indiferencia es un error básico de la mente y conduce a la insensibilidad, la anestesia afectiva, la frialdad emocional y el insano despego psíquico. Nada tiene que ver esta indiferencia con ese no-hacer diferencia de los grandes místicos debido a su enriquecedor sentido de unidad que les conduce a conciliar los opuestos y a ver el aliento supremo en todas las criaturas y circunstancias. La indiferencia, en el sentido en el que utilizamos coloquialmente este término, es una actitud de insensibilidad y puede, intensificada, conducir a la alienación de uno mismo y la paralización de las más hermosas potencias de crecimiento interior y autorrealización. La indiferencia endurece psicológicamente, impide la identificación con las cuitas ajenas, frustra las potencialidades de afecto y compasión, acoraza el yo e invita al aislacionismo interior, por mucho que la persona en lo exterior resulte muy sociable o incluso simpática. Hay buen número de personas que impregnan sus relaciones de empatía y encanto y, empero, son totalmente indiferentes en sus sentimientos hacia los demás.

 

La indiferencia es a menudo una actitud neurótica, auto-defensiva, que atrinchera el yo de la persona por miedo a ser menospreciado, desconsiderado, herido, puesto en tela de juicio o ignorado. Unas veces la indiferencia va asociada a una actitud de prepotencia o arrogancia, pero muchas otras es de modestia y humildad. Esta indiferencia puede orientarse hacia las situaciones de cualquier tipo, las personas o incluso uno mismo y puede conducir al cinismo. Hay quienes sólo son indiferentes en la apariencia y se sirven de esa máscara para ocultar, precisamente, su habilidad

psíquica; otros han incorporado esa actitud a su personalidad y la han asumido de tal modo que frustra sus sentimientos de identificación con los demás y los torna insensibles y fríos, ajenos a las necesidades de sus semejantes. También el que se obsesiona demasiado por su ego, sobre todo el ególatra, se torna indiferente a lo demás y los demás, al fijar toda su atención (libido, dirían los psicoanalistas más ortodoxos) en su propio yo.
 
Unas veces la indiferencia sirve como «escudo» psíquico y otras para compensar las resquebrajaduras emocionales; cuando esta actitud o modo de ser prevalece, la persona tiene muchas dificultades en la relación humana, aunque también, a la inversa, podría decirse que al tener muchas dificultades en la relación humana opta neuróticamente por la indiferencia, lo que irá en grave detrimento de su desarrollo interior, ya que para crecer y que nuestras potencialidades fluyan armónica y naturalmente se requiere sensibilidad, que es la quintaesencia del aprendizaje vital y del buen desenvolvimiento de nuestras potencialidades más elevadas, si bien nunca hay que confundir la sensibilidad con la sensiblería, la pusilanimidad o la susceptibilidad.



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